No es el escenario de una película, ni un parque temático. Cincuenta obreros vestidos con túnicas medievales, con mazas, sierras, cinceles, martillos y yunques, levantando un castillo medieval en mitad de un bosque. Se trata de Guédelon, un proyecto que ha cumplido 20 años.
Guédelon es el gran sueño de Michel Guyot, un antiguo instructor de equitación que lleva más de media vida dedicado a la compra y restauración de castillos. Una pasión por las fortificaciones que le viene de la niñez, cuando acompañaba a sus padres a visitar antiguos edificios medievales.
Pero ¿crear un castillo de la nada? La idea surgió cuando estaba restaurando un château renacentista, Saint Fergeau, y los especialistas descubrieron que, enterrado bajo sus muros de ladrillo rojo, había un castillo bastante anterior. Al final de su informe, presentaban un esbozo de cómo debía ser el castillo medieval, con un último párrafo que rezaba: «sería fascinante reconstruir Saint Fergeau». Era algo irrealizable, por supuesto, porque eso implicaría derribar el castillo más reciente. Pero esa frase marcaría a Guyot; quizá pudiese tener una réplica del Saint Fergeau medieval, pero de nueva planta. Un castillo que respetase escrupulosamente los cánones arquitectónicos de la época.
Pero la idea iba más allá, Michel no estaba interesado simplemente en construir un castillo, sino en levantarlo con las técnicas, herramientas y materiales que hubiesen usado los constructores de aquella época. Lo más interesante para él era crear un proyecto de construcción medieval. No quería un «castillo Disney», sino un lugar de trabajo experimental en el que redescubrir técnicas antiguas de construcción, en el que pudiesen investigar la mejor fórmula para elaborar un mortero duradero, o la forma, tamaño y ángulo óptimos para una aspillera. Y demostrar, de paso, la importancia del patrimonio cultural como factor de desarrollo regional.
Michel Guyot comenzó a trabaja en este sueño hacia 1995. Reunió a su alrededor un pequeño equipo de entusiastas que se quisieron embarcar con él en esta loca aventura. Entre ellos, Maryline Martin, que todavía la dirige. Había mucho trabajo que hacer antes de colocar la primera piedra: conseguir los permisos necesarios para edificar, reunir una ingente cantidad de documentación, buscar socios financieros…
Guyot encontró el terreno ideal, una cantera abandonada en mitad de un bosque del norte de Borgoña, en el municipio de Treigny. Un paraje que proveería de los materiales esenciales de construcción: piedra, tierra, madera y agua. En cuanto se recaudaron los fondos necesarios, se compró el terreno y se contrataron expertos en castillos y edificaciones medievales para elaborar el plan de obra. Como nunca se había hecho antes nada así, todo era especulación. Florian Renucci, el arquitecto supervisor, acompañó a Guyot en multitud de viajes para investigar ruinas de abadías y castillos. Analizaban su diseño, las características de los materiales usados, y debatían sobre qué técnicas seguir en su castillo. Todo este trabajo preparatorio permitió a Renucci elaborar unos planos de ejecución precisos que fueron sometidos a un comité científico para su validación. Aunque la idea primigenia había sido volver a construir un Saint Fergeau, al final se decidió levantar un castillo totalmente nuevo: Guédelon.
La obra comenzó en 1997, después de reunir al personal administrativo, un capataz y los primeros trabajadores. Se calculó que el proyecto llevaría unos 25 años en llevarse a cabo. Aunque no se estableció una fecha límite. No es lo importante.
En efecto, en Guédelon hay una cosa clara: importa más disfrutar del camino que llegar a la meta. La finalidad del proyecto no es solo acabar con un bonito castillo en medio de un bosque, sino recrear in situ la gestión diaria de una construcción de la Plena Edad Media.