El ejército fantasma (1)

«El arte de la guerra se basa en el engaño». Sun Tzu lo deja bien claro en su famoso tratado sobre la guerra: aparentar inactividad mientras las tropas se están moviendo, distraer al enemigo y hacerle pensar que tu ejército está en otro lugar…, o ponerle cebos para atraerlo hasta donde sea más vulnerable. Durante la Segunda Guerra Mundial, el alto mando del ejército estadounidense se tomó muy en serio estos consejos, hasta el punto de crear una unidad que tenía específicamente esa misión: engañar, confundir e intimidar a los alemanes en el frente occidental.

Así surgió la 23ª Compañía de Tropas Especiales, una unidad cuya existencia real la conocían muy pocos, un verdadero «ejército fantasma» englobado dentro del enorme aparato de inteligencia militar de los aliados. Casi todas sus operaciones fueron secretas; solo salió oficialmente a la luz pública cincuenta años después, cuando se desclasificó toda su documentación en 1996.

El nacimiento de la 23ª

El coronel H. L. Reeder.
Fotografía de Walter Manses tomada de Ghost of the ETO

La unidad se formó en Camp Forrest, Tennessee, en enero de 1944, bajo la jurisdicción del 2º Ejército, que estaba designado como un ejército de entrenamiento. Al mando estaba el coronel Harry L. Reeder, y contó con unos 1100 hombres. Pero no se buscaron soldados con especiales dotes para el combate; solo una mínima parte se ocuparía de labores militares típicas. La mayor parte de aquellos hombres fue reclutada en escuelas de arte, agencias de publicidad y centros creativos. Allí se reunieron todo tipo de artistas, arquitectos, diseñadores de moda, actores, guionistas, técnicos de sonido y escenógrafos del mundo del cine y el teatro. Porque su principal cometido no iba a ser, lo que se dice, muy normal: hacerse pasar por otras unidades del ejército de los EEUU, tanto reales como ficticias, desde simples regimientos hasta varias divisiones de decenas de miles de hombres. Y, para ello, se les conminó a emplear toda su creatividad.

¿Pero cómo surgió la idea? Los impulsores de una compañía tan peculiar fueron el capitán Ralph Ingersoll, un famoso reportero y escritor de best-sellers, y el coronel Billy Harris, graduado en West Point, el último de una larga estirpe de militares. En realidad, la idea en sí no era totalmente nueva, estaba inspirada en la operación Bestram, que tuvo lugar poco antes de la batalla de El Alamein, en 1942. Los británicos trataban de engañar al Africa Korps del general Rommel para tomar ventaja táctica. Para ello, con paneles de contrachapado pintado colocados sobre unos jeeps, simularon una falsa línea de tanques, mientras camuflaban los reales como si fuesen camiones de abastecimiento. El engaño tuvo éxito, y lograron que los alemanes creyesen que iban a atacar por un lugar diferente. Ingersoll y Harris pensaron más a lo grande; ellos pretendían crear una unidad especial permanente dedicada, única y exclusivamente, a dar apoyo a otras unidades mediante el engaño táctico. Sería de gran ayuda una vez que comenzase la invasión de la Europa continental, que se sentía inminente.

Cuando finalizó la guerra, varios miembros de la compañía tuvieron carreras exitosas en diversos ámbitos. Entre ellos se encontraban los artistas Ellsworth Kelly, Arthur Shilstone y Arthur Singer; el escenógrafo George Diestel; el artista comercial George Martin; el diseñador de moda Bill Blass y el fotógrafo Art Kane.

Bill Blass, quién se convertiría en uno de los diseñadores de moda más importantes de Estados Unidos.
Fotografía de George Martin tomada de Ghost of the ETO

A la hora de formar la 23ª no se escatimaron en recursos. Aunque la compañía era nueva, algunos de los soldados procedían de unidades existentes que fueron reconfiguradas. Además, para hacerla más efectiva, se dividió en conjunto en cuatro unidades de distinto tamaño, cada una con una misión específica: una de ingenieros de camuflaje, que se ocuparía del engaño visual; otra de señales, encargada de los engaños sonoros; una de técnicos de radio para confundir al enemigo con falsos mensajes; y una de zapadores para defender el perímetro.

Aparcamiento de la fábrica de aviones Glenn L. Martin, de Baltimore, bajo las redes de camuflaje. Fotografía tomada del libro Secret Soldiers

El 603º Batallón Especial de de Ingenieros de Camuflaje era la más grande de todas. Todos los ejércitos contaban con algún batallón de camuflaje, y se habían dado cuenta de que los soldados que aplicaban las técnicas más efectivas eran aquellos con conocimientos sobre la teoría del color y la aplicación de luces y sombras. Por eso, los artistas, diseñadores y fotógrafos formaban parte de esta unidad. Aquellos peculiares ingenieros de camuflaje ya poseían cierta experiencia pues, antes de unirse al ejército fantasma, se habían pasado dos años perfeccionando sus técnicas en proyectos reales. Entre sus logros se contaba el camuflaje que hizo desaparecer una planta industrial de fabricación de aviones de Baltimore; después de su intervención, fue imposible reconocerla desde el aire. Lo curioso es que, si en suelo estadounidense se habían dedicado a hacer desaparecer cosas, en la vieja Europa, se iban a dedicar, sobre todo, a hacerlas aparecer. Por eso, su primer cometido, en la propia base de Estados Unidos, fue encontrar una manera práctica, rápida y eficiente de conseguir vehículos, aviones o piezas de artillería de pega. Después de probar con diversos materiales, al final se decidió fabricar imitaciones hinchables de vehículos, fabricados con caucho. Serían fáciles de transportar y de mover en el campo de operaciones.

Con el fin de dotar de vida y credibilidad a todos estos vehículos de atrezo, se creó la Compañía Especial 3132 de Servicio de Señales, la única unidad totalmente nueva de la 23ª. Sus integrantes eran técnicos de sonido, y estaban encargados de falsificar el sonido ambiente. Para ello, grabaron el ruido real de las unidades motorizadas y de infantería, que luego trataron en los laboratorios de la compañía telefónica Bell. Fueron los últimos en unirse a la compañía, cuando el resto de unidades ya había pasado a Francia. Pero, para entonces, llevaban consigo una biblioteca sonora muy variada que incluía desde los disparos de tanques y cañones hasta las pisadas de un desfile de tropas, o el ruido de montaje de un puente móvil, con sus herramientas y los gritos de los constructores. Su mejor arma eran unos potentes amplificadores y altavoces montados sobre vehículos semioruga, que se podían escuchar hasta a 15 millas de distancia.

En la imagen, un par de jeeps falsos durante las pruebas del 603º Batallón. Fotografía tomada Ghost of the ETO

Luego estaba la Compañía Especial de Señales, formada por operadores de radio procedentes de otros cuerpos y unidades. Su misión era crear falsas redes de comunicaciones para confundir al enemigo. Por un lado, simularían la existencia de un ejército donde no lo hubiese; se comunicarían entre ellos con los típicos mensajes de una unidad militar en campaña: órdenes, peticiones, avisos… Por otro lado, se dedicarían a radiar mensajes falsos de movimientos de tropas. En Inglaterra se dedicaron a practicar hasta ser capaces de imitar los hábitos y estilos de operadores de distintos cuerpos del ejército.

Por último, la Compañía Especial 406 de Ingenieros de Combate aportaba los soldados verdaderamente entrenados para entrar en batalla: ellos se encargaría de proporcionar seguridad perimetral, y sus zapadores, entrenados en el manejo de explosivos, trabajarían en las tareas de construcción y demolición.

En esta fotografía se puede comparar los dos tipos de señuelos: el vehículo genuino está en el centro, a su izquierda el neumático, y a la derecha el de armazón metálico. Fotografía de Ghost of the ETO

Los integrantes del 603º se desplazaron al desierto para probar la efectividad de distintos métodos de creación de señuelos, cañones y vehículos falsos. Por un lado estaban los señuelos hinchables de caucho; por otro, los que se basaban en piezas metálicas desmontables y plegables. Tras las pruebas, se consideró que los señuelos neumáticos eran mejores que los de armazón metálico: pesaban menos, ocupaban menos volumen en el transporte y eran más rápidas de montar y desmontar; también eran más fáciles de reparar y menos vulnerables si se perdían piezas.

Como no se había hecho antes, nadie sabía muy bien cómo debía funcionar una unidad de engaño, así que el programa de entrenamiento no fue fácil de escribir. Se sometió a los hombres a un breve entrenamiento de infantería, que se complementó con maniobras que incluían ejercicios prácticos de ingeniería. Pero pronto se centraron en sus áreas específicas, ya que había un montón de pruebas por realizar. Una de las prioridades, no obstante, fue conseguir que las cuatro unidades se coordinaran de manera eficiente y aprendiesen a trabajar en equipo.

Hombres del ejército fantasma entrenándose con pantallas de camuflaje
Hombres del 603º montando pantallas de camuflaje durante un entrenamiento.
Fotografía de George Martin tomada de libro Ghosth of the ETO
Pieza de artillería falsa; en una fotografía se ve el señuelo montado, y en la otra las piezas de las que se compone. Fotografía tomada del libro Ghost of the ETO

Fuentes:
– BEEVOR, Antony: El día D. La batalla de Normandía, Planeta, Barcelona, 2011
– GAWNE, J.: Ghosts of the ETO: American Tactical Deception Units in the European Theater (1944-1945), Casemate, Havertown, 2002
– MACINTYRE, Ben: La historia secreta del día D, Crítica, Barcelona, 2013
Ghost Army Legacy Project

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