El mago anteriormente conocido como Myrddin

Merlín en un códice
Ilustración de Merlín en las Crónicas de Núremberg (1493)

Merlín, el Encantador, es el mago más famoso de la historia europea, el mago por antonomasia que ha inspirado toda la tradición de hechiceros posteriores. Aunque se ha querido buscar algún referente real en la Britania posrromana, lo cierto es que no hay indicios de que hubiese un Merlín histórico. Hechicero, druida, profeta o consejero, el Merlín de la materia de Bretaña es, en realidad, una creación literaria compleja que surge en el siglo XII a partir de un conglomerado de mitos célticos del sur de Escocia y Gales. Fue el escritor Geoffrey de Monmouth el que le da la forma definitiva al personaje y lo relaciona con el ciclo del rey Arturo. Hasta entonces ni siquiera existía la voz Merlín (o Merlinus), que aparece por primera vez en 1138 en la Historia regum Britanniae (Historia de los reyes de Bretaña) de Monmouth, sino que se había usado el nombre galés Myrddin.

Geoffrey de Momnouth, el padre del Merlín artúrico, fue un docto clérigo galés que estudió en la escuela catedralicia de Oxford y fue luego obispo de Saint Asaph. Escribió sus obras en latín y usó las fuentes de la tradición oral y escrita galesas. Construyó su personaje combinando dos figuras legendarias de tradiciones distintas que compartían el mismo nombre, Myrddin, a los que añadió luego elementos de su propia invención.

Por un lado recuperó la historia de la profecía del rey Vortigern. Vortigern, un rey britano del siglo V, quería construir una fortaleza en una imponente colina, pero todas las noches los muros se desmoronaban. Sus sabios y astrólogos le dijeron que, para evitarlo, debía sacrificara allí a un niño sin padre. Sus hombres buscaron por todo el reino hasta que encontraron, en Carmarthen, a un niño sin padre conocido; incluso se había extendido el rumor de que había sido engendrado por un demonio. Cuando lo llevaron a la corte del rey, el niño demostró unas asombrosas dotes como profeta y contó la verdadera razón por la que no podían construir allí la fortaleza: bajo la colina había dos dragones, uno rojo y otro blanco, que peleaban entre sí. El rey mandó cavar a sus obreros y, efectivamente, salieron a la superficie los dos dragones, que continuaron luchando hasta que el blanco mató al rojo y desapareció en la lejanía. De este modo, aquel niño llamado Myrddin profetizó acerca del futuro del reino y del desastroso final del rey Vortigern, ya que la victoria del dragón blanco sobre el rojo representaba la victoria de los invasores sajones sobre los britanos.

Myrddin y Vortigern ante los dragones
La profecía de Myrddin, ilustración de Allan Lee

Esta leyenda había aparecido escrita en el siglo IX en la Historia Britonum de Nennio, que le da a Myrddin, además, el sobrenombre de Ambrosius (Emrys en galés). Y de ahí la tomó seguramente Geoffrey de Monmouth, que la reprodujo a su manera con los cambios que le parecieron oportunos. Por ejemplo, el niño de la leyenda fue encontrado en realidad en Glamorgan, pero Monmouth veía más coherente que fuese oriundo de Carmarthen, Caer Merddin en galés, que significaba, literalmente, «la fortaleza de Myrddin». La profecía final también parece que fue de su cosecha, una manera de anticipar el advenimiento del rey Arturo.

Por otro lado estaba la leyenda norteña de Myrddin Wyllt, «Merlín salvaje», basada en un bardo del siglo VI que las fuentes escocesas conocían como Lailoken. Consejero del rey bretón Gwenddolau, Lailoken enloqueció tras la sangrienta batalla de Arfderydd y abandonó la civilización. Se retiró al bosque Caledonio a vivir como un ermitaño, en soledad, y se convirtió en un profeta selvático. En esta figura se mezclaban dos temas bastante recurrentes en los mitos celtas de las islas británicas: el del hombre salvaje y el del loco de los bosques. Cuando esta materia se trasladó a Gales, hacia los siglos IX o X, se cambió el nombre escocés por el Myrddin galés. Hubo a lo largo de la Edad Media una serie de composiciones poéticas de carácter profético que se atribuyeron a un Myrddin que muchos identificaron con el profeta de los bosques. Esta es la faceta del personaje que Geoffrey de Monmouth presenta en su poema de 1150 Vita Merlini, y tendrá mucha importancia a la hora de desarrollar, más adelante, el tema del final de Merlín en el bosque de Brocelianda. Todavía unos años más tarde, Geraldo de Gales distinguirá claramente en su obra Itinerarium Cabriae entre el Merlinus Ambrosius y este Merlinus Silvester.

De Myrddin a Merlín, una cuestión escatológica

Geoffrey de Monmouth combinó estas dos figuras de carácter druídico, Myrddin Wyllt y Myrddin Emrys, para crear al mago y profeta que se convertirá en el protector y consejero del rey Arturo. Pero se encontró con un pequeño problema técnico: al latinizar el nombre galés a través de su variante Merddin, se encontró con un Merdinus que tenía una desafortunada similitud con la palabra francesa merde, «mierda». Así que tuvo que ajustar la palabra a un Merlinus que no sonase mal a la élite normanda entre la que se movía, y que hablaba francés. Y fue así como Myrddin se convirtió en Merlín, el modelo de todos los magos de la ficción posterior, desde los poemas medievales y los libros de caballerías hasta las novelas, películas y juegos de la actualidad, tras la gran eclosión del género de la fantasía en el siglo XX.

Fuentes

Arthuriana
Torres Asensio, Gloria: Los orígenes de la literatura artúrica, Univ. de Barcelona, 2003
Goodrich, Peter H. y Thomson, R.: Merlin: A Casebook, Routeledge, 2003

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