Siempre que he visitado el Museo Nacional del Prado, me he topado con que El jardín de las delicias, del Bosco, es una obra bastante difícil de admirar con tranquilidad. Se suele apelotonar mucha gente delante del tríptico, sobre todo cuando se acerca un grupo grande, de esos organizados. Supongo que la mejor manera de disfrutar la pintura, sin apreturas ni agobios, sería llegar temprano y, en cuanto abran el museo, ir directamente a su sala, la 056A de la planta baja, para llegar allí el primero. La sala está dedicada en exclusiva al pintor flamenco, y allí también se encuentran otras obras destacadas de el Bosco. Cuadros como La extracción de la piedra de la locura, la Mesa de los pecados capitales, o el tríptico El carro del heno.

El jardín de las delicias, en full-hd, y gratis
Pero hay alternativas para quienes no tienen la posibilidad de acercarse a Madrid, o que, simplemente, desean contemplar tranquilamente esta obra maestra en todo su esplendor. A comienzos de 2009, el Museo del Prado nos sorprendió a todos con el proyecto «Obras maestras del Prado en Google Earth», que pretendía facilitar el acceso a las grandes obras desde casa con el programa cartográfico de Google. El museo seleccionó 14 de sus obras más prestigiosas, entre ellas El jardín de las delicias, y la empresa española MadPixel se encargó de digitalizarlas en formato gigapíxel (14 000 millones de píxeles). Por último, Google aplicó la tecnología que emplea en las imágenes por satélite para permitir unos zooms espectaculares que posibilitaban navegar por las imágenes de los cuadros captadas en superalta definición (Ultra High Definition). Lamentablemente, esa capa de Google Earth desapareció hace unos años, pero la buena noticia es que los mosaicos fotográficos se conservaron y se han reutilizado, así que se puede acceder a las obras a través de distintos canales.
Por un lado, tenemos Wikimedia Commons, que tiene publicados en su sitio los mismos escaneos, aunque divididos en una serie teselas. El jardín de las delicias se puede encontrar aquí. Solo hay que elegir la tesela y aumentar la imagen con el visor del navegador, o descargarlas en nuestro disco duro para abrirlas luego con nuestro programa favorito.
Pero el proyecto más ambicioso, sin duda, lo ha vuelto a impulsar el propio museo. En 2023, el Prado lanzó su innovador recorrido virtual por su colección permanente, que ofrece a los usuarios una experiencia de visita digital totalmente gratuita y accesible desde cualquier parte del mundo. Para desarrollarlo, la institución volvió a contar con Madpixel, que gracias a su tecnología propietaria —el sistema de captura MadPixelROB y la plataforma de visualización Second Canvas— ha sido capaz de producir 475 panorámicas de 360°, elaboradas a partir de más de 17 000 fotografías en alta resolución, a las que se suman más de 90 obras digitalizadas en formato gigapíxel, 14 de ellas procedentes del proyecto anterior. Y entre ellas figura El jardín de las delicias, por supuesto, que es a lo que íbamos con el presente artículo.

Esta visita virtual de la colección del Museo Nacional del Prado permite recorrer las diferentes plantas del museo como si se estuviera paseando por el street view de Google Maps, y apreciar tanto las obras en sí como su disposición en las distintas salas. Todo con una calidad de imagen excepcional que permite acercarse a los cuadros y observar sus detalles como si se estuviese presente, o «meterse» directamente en algunas de las obras seleccionadas para ampliarlas hasta los catorce gigapíxeles (para hacerse una idea, 1400 veces más que con una cárma de 10 MP). Y, por si fuera poco, se incluye la posibilidad de activar un par de capas que nos muestran imágenes captadas con infrarojos y rayos x, de modo que se pueden ver detalles escondidos, correcciones o arrepentimientos. Una maravilla.

Además, estos recursos digitales se complementan con fichas explicativas y recorridos temáticos con introducciones en audioguía, lo que enriquece aún más la experiencia del usuario. Una experiencia que se puede hacer totalmente inmersiva, casi presencial, si se usan unas gafas 3D. Esta plataforma virtual supone un avance significativo en la accesibilidad y difusión del patrimonio cultural, y se puede acceder a ella desde la página web oficial del museo.
Se puede acceder a las obras del Bosco en el museo del Prado a través de la visita virtual disponible a través de la propia web del museo, en la sala 056A
Para dispositivos móviles, la experiencia gigapíxel de El Jardín de las delicias está disponible en dos aplicaciones de pago desarrolladas también por MadPixel en su plataforma Second Canvas:
- Second Canvas Prado Masterpieces (3,99 €), que incluye las 14 obras digitalizadas en la fase inicial del proyecto, entre ellas El jardín de las delicias.
- Second Canvas Prado – Bosco (1,99 €), un monográfico dedicado al Bosco con motivo del V centenario de su muerte, que reúne El carro de heno, La adoración de los Magos, La mesa de los pecados capitales y El jardín de las delicias.
En cualquiera de los casos, contemplar El jardín de las delicias de este modo resulta impresionante. No tiene nada que ver con las fotografías de las láminas o libros de arte; hay probarlo para hacerse una idea. Aunque no sustituye la experiencia de ver las tablas en vivo, el potente zoom permite recrearse en los más mínimos detalles, incluso en aquellos que no se aprecian a simple vista. Se puede ampliar hasta ver los trazos y pinceladas del maestro holandés, los craquelados del barniz y los pigmentos. Uno puede perderse en el interior de ese jardín durante horas, atrapado por cada una de sus escenas, por cada personaje, por cada motivo.
Otra alternativa gratuita para contemplar El jardín de las delicias.
Todavía hay otra forma de acceder al cuadro en alta definición sin tener que pagar. Como parte de los homenajes y estudios que se hicieron en 2016 en torno al pintor flamenco, la productora holandesa Pieter van Huystee Film abrió el sitio web The Garden of Earthly Delights by Jheronimus Bosch, an online interactive adventure, alojado en el archivo de la radiotelevisión pública neerlandesa NTR. La página permite el visionado interactivo de la obra en tamaño de 14 megapíxeles, como la del Prado, con la opción de revisar la tabla libremente o seguir el tour interactivo con audioguía, sonido ambiental y textos (en inglés y neerlandés). Esta última modalidad ofrece una explicación detallada de las distintas escenas y su simbología, y ayuda a comprender mejor lo que era vivir en la Baja Edad Media y la importancia de la religión, la moral y el pecado en la vida cotidiana. Aquí tenéis el enlace a esta maravilla. Frente opción del Museo del Prado, este sitio permite cerrar el tríptico y descubrir el cuadro pintado en la parte posterior de los paneles, que representa la creación del mundo, lo que añade una nueva dimensión a la obra.


Esta experiencia interactiva forma parte de un proyecto mayor en el que participan cineastas, fotógrafos e historiadores del arte, una especie de «tríptico» multimedia que consiste en tres documentales sobre el autor y sus creaciones llevado a cabo por la misma productora. A esta propuesta digital centrada en El jardín de las delicias se le suma el documental de corte tradicional Hieronymus Bosch, Touched by the Devil, que revela nuevos descubrimientos sobre toda su obra (disponible actualmente en streaming en plataformas como Kino Film Collection, Amazon Video, Apple TV, o de forma gratuita en Kanopy y Hoopla JustWatch), así como un proyecto de realidad virtual de inmersión total titulado Hieronymus Bosch: The Eyes of the Owl, que permite explorar el taller del pintor con gafas de VR, y examinar su obra maestra con todo detalle.

El Bosco, un pintor único y extraordinario
Hieronymus Bosch (también Jeroen o Jerónimo Bosch) murió en 1516, aunque no se sabe la fecha exacta. Había nacido, a mediados del siglo XV, como Jeroen van Aeken, pero adoptó el nombre de su ciudad de nacimiento, Hertogenbosch. Los van Aeken eran una familia acomodada que llevaban varias generaciones dedicándose a la pintura y, con toda probabilidad, el Bosco aprendió el oficio de su abuelo, un destacado miniaturista. Pero las noticias sobre su vida son muy vagas. Se sabe que hacia 1480 se casó con Aleid van de Meervenne, con la que nunca llegó a tener hijos. En cualquier caso, su vida no transciende los límites de su localidad natal. Como Aleid procedía de una rica familia aristocrática, su dote les permitió llevar una vida desahogada. Esa fue, seguramente, la razón por la que Hieronymus solo aceptaba los trabajos en los que estaba interesado, y lo que le dio la libertad para pintar de la manera que él quería.

En cuanto a su vida como pintor, se sabe que, desde 1488, Bosch tenía el grado de maestro. Parece ser que llegó a gozar de cierta fama, y algunas de sus obras colgaban en la catedral de san Juan. El encargo más importante que recibió fue, seguramente, un Juicio Final de grandes dimensiones que ordenó Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, en 1504. Hizo algunos trabajos para la cofradía de Nuestra Señora, de la que formaba parte. Era una cofradía de gran prestigio e influencia en la ciudad, muy piadosa, pero que también fomentaba la cultura artística y musical. Entre su documentación encontramos, precisamente, la noticia de la muerte de Hieronymus, quizá debida a una epidemia.
Sin duda, la poderosa personalidad del Bosco lo ha convertido en uno de los artistas más singulares de la historia. Su obra refleja el tiempo que le tocó vivir, una época en la que no ha desaparecido del todo el mundo medieval, pero donde se abre camino el Renacimiento, que trae nuevas ideas y otra forma de ver el mundo. Hieronymus se debate entre la tradición y la renovación.
Como el resto de los primitivos flamencos, está todavía muy ligado al gótico tardío. Utiliza el mismo tipo de perspectiva lineal, reivindica también el paisaje, y coincide con ellos en cuanto a minuciosidad y gusto por el detalle. Se puede apreciar en la representación de objetos preciosos, brillos, ropajes delicados o en el tratamiento de barbas y cabellos. A pesar de todo, su originalidad lo sitúa al margen de cualquier influencia.
Algunas de sus fuentes son refranes propiamente medievales, creencias arraigadas y costumbres de su época, como en El carro del heno, La extracción de la piedra de la locura, o las escenas con las que ilustra la Mesa de los siete pecados capitales. El Bosco gustaba también de las manifestaciones de la cultura popular. Asímismo, en sus obras se pueden encontrar motivos que llevaban mucho tiempo exhibiéndose en las esculturas de monasterios y catedrales, o en las miniaturas que iluminaban los manuscritos.

Por otro lado, a Hieronymus Bosch se le supone un hombre culto que conocía bastante bien la literatura contemporánea. Y en esos años, humanistas de su entorno expresan sus inquietudes sobre religión y el ser humano; Erasmo Róterdam, por ejemplo, escribe su Elogio de la locura, y Sebastian Brant, La nave de los locos. Se trata de un humanismo cristiano que se cuestiona ciertas ideas y comportamientos que se dan en el seno de la Iglesia, pero que todavía no rompe con ella. El Bosco no es ajeno a esta época de confusión religiosa. Es un hombre de hondas convicciones cristianas cercano a la devotio moderna, corriente que propugnaba una espiritualidad individual que mirase a lo concreto, y a un comportamiento y moral basados en la imitación de Cristo en su faceta humana. Probablemente, emitía su propio juicio a través de sus obras.
El Bosco pinta cuadros de un fuerte carácter didáctico y piadoso, ejemplarizantes. Reflejan los vicios del mundo que le rodea, un Flandes enriquecido por la artesanía y el comercio en el que ha cobrado cada vez más importancia la burguesía urbana. Está empeñado en describir las debilidades de un ser humano expuesto constantemente al pecado, y las consecuencias de sucumbir a las trampas del diablo. Porque le escandalizan las frivolidades de la aristocracia y de la burguesía, su excesivo goce de las riquezas mundanas y el abuso de la buena mesa, la relajación de las costumbres del clero, la inmoralidad extendida entre las clases bajas…
Para representar el camino de la perdición humana, el pintor utiliza la vía de lo burlesco y de lo grotesco. Es como si trasladase, a la pintura de los retablos, las criaturas sensuales y grotescas que abundaban en los márgenes de los manuscritos medievales, aquellas que se empleaban como sátiras contra la mala vida. Los colores brillantes que utiliza Hieronymus recuerdan, de hecho, a esas miniaturas que tan bien conocía gracias a su abuelo. El Bosco era un dibujante excepcional que puso su gran técnica al servicio de su imaginación.
¿Se inspiró, el Bosco, en la tradición medieval de expresar con símbolos pensamientos e ideas religiosas, o se valió de ellos para expresar las nuevas corrientes religiosas y profanas?
Conforme avanza su carrera, los temas del Bosco ganan en fantasía y se complican las escenas, aparecen las multitudes. Demostró que, aunque la pintura había evolucionado hacia la representación cada vez más verosímil de la realidad, se le podía dar la vuelta y ofrecer un reflejo de las cosas que nadie había visto nunca. Supo traducir, liberándose de lo real, la angustia y el terror del pecado. El Bosco parece plasmar en sus cuadros los demonios internos de la condición humana. Por eso se le buscan siempre conexiones con el surrealismo: sus cuadros parecen estar a medio camino entre el mundo real y el onírico. Pero eso chocaría de lleno con la visión moralizante de su obra.
Las pinturas de Hieronymus Bosch no dejan a nadie indiferente, y ya en la segunda mitad del siglo XVI, el padre Sigüenza, monje jerónimo de El Escorial, interpretó en sus pinturas una finalidad piadosa. El Bosco pintaba para censurar. Así lo vio también Felipe II, el primer gran coleccionista de sus obras. Es una de las razones por la que está tan bien representado en el Museo del Prado. Se cuenta que, en su lecho de muerte, el rey quiso tener a su lado el tríptico de El jardín de las delicias para poder contemplarlo. Apenas un siglo después, sin embargo, se tenía al pintor por una especie de enfermo erótico y se tachó su obra de lasciva y obscena. Sus figuras raras y extravagantes suponían tan solo el divertimento de un autor poco piadoso. Pasando el tiempo, se perdió paulatinamente el interés en ella hasta el siglo XX. Con la aparición del psicoanálisis y, más tarde, el surrealismo, resurgió la fascinación por el Bosco y se impulsaron los estudios sobre su obra.

la parte trasera de los paneles laterales. Fotografía de la Agencia EFE
El jardín de las delicias llegó al Prado durante la Guerra Civil como medida de protección; con anterioridad, formaba parte del patrimonio artístico del palacio de El Escorial. Durante mucho tiempo, compartió la sala 56 A con otros maestros flamencos excepcionales como Pieter Brueghel El Viejo y Joachim Patinir. Tras el éxito de la exposición conmemorativa del V centenario, y puesto que el museo del Prado posee una de las colecciones más importantes del pintor, se le habilitó una sala exclusiva en la que está expuesta El jardín de las delicias ahora, junto al resto de cuadros del Bosco.
El jardín de las delicias, el cuadro más enigmático del Bosco
Seguramente, El jardín de las delicias terrenales sea la obra más conocida y atrayente de Hieronymus Bosch. Y una de las obras que más análisis e interpretaciones ha suscitado entre los estudiosos del arte. Se trata de un tríptico, óleo sobre tabla, con un panel central de 220 cm × 195 cm y dos laterales de 220 cm × 97 cm (pintadas a ambas caras, como ya dijimos). La mayoría de especialistas datan la obra sobre la última década del siglo XV, cerca del cambio de siglo, y seguramente fue un encargo de la casa de Nassau, muy vinculada con la cofradía de Nuestra Señora, a la que pertenecía pintor. La obra fue confiscada durante las guerra de Flandes y la adquirió, finalmente, el rey Felipe II, que la destinó al monasterio de El Escorial. Se registra con el título de El madroño, tal y como la denominaba el padre Sigüenza.
Se trata de una obra compleja y enigmática; el cuadro es una gran alegoría llena de símbolos y emblemas. El padre Sigüenza se refería a ella como la pintura de El madroño porque le daba una interpretación moral a esta frutilla que aparece en el cuadro. Explica que se trata de una fruta que, en cuanto se empieza a degustar, ya se ha terminado, tal como sucede con los placeres terrenales.
En la actualidad, la interpretación moralista y didáctica sigue siendo la de mayor peso entre los estudiosos. Hyeronimus estaría mostrando, a base de simbolismos y figuras humanas lujuriosas, lo efímero de los placeres terrenales y la eternidad los castigos del infierno.
El paraíso y el infierno bajo la particular mirada del Bosco
Cerrado, el dorso de los paneles representan el tercer día de la creación del mundo. Dios Padre, arriba a la izquierda, preside una escena sin colorido, en grisalla, porque todavía no ha creado el sol.

Contrasta, con la imagen cerrada, la obra abierta. Aquí se nos muestra tres escenas muy coloridas y repletas de construcciones y criaturas extrañas, que van aumentando su presencia de izquierda a derecha. Las tres partes de El jardín de las delicias tienen como denominador común el pecado. En el panel de la izquierda se representa el jardín del Edén y la presentación de Eva a Adán, antes del pecado original. Aunque predomina una sensación de placidez y sosiego, hay algunos elementos que anuncian que algo no va del todo bien. En el plano que hay más atrás, podemos vislumbrar ya a la serpiente, enrollada al árbol del bien y del mal. Y la violencia comienza a desatarse entre algunos animales.

En el panel central, de una gran carga erótica, el Bosco ha pintado ese «jardín de las delicias», que en realidad es el paraíso engañoso de los vicios. Se nos muestra la lujuria a través de numerosas escenas de muchachos y muchachas desnudos, manteniendo relaciones, o practicando diversos juegos eróticos, mientras se mezclan con criaturas salvajes o fantásticas. El ser humano ha perdido la gracia y ha sucumbido al pecado. Aparecen extrañas construcciones y grandes frutas que representan el carácter efímero de la felicidad o el goce de esos placeres pecaminosos. Las aves gigantes también tienen simbología sexual. Por el paisaje, este mundo está unido al paraíso del primer panel; y unido al infierno por los pecados que aparecen reflejados. En eso inciden las figuras que están en la cueva, abajo a la derecha: san Juan bautista señalando a Eva como causa última del pecado, mientras mira directamente a los ojos del espectador.

Frente a esta interpretación tradicional, hay alguna más peregrina como la de Wilhelm Fraenger, que veía en esta tabla central un universo de felicidad representado en tono jovial. Opinaba que el tríptico representaba, en realidad, a los adamitas, un movimiento herético cuyos miembros practicaban sus ritos desnudos y en cavernas, y buscaban un estado perfecto de vida en comunidad basado en el amor platónico.
El panel derecho de El jardín de las delicias nos presenta el infierno. Aparece ese mundo dantesco y demoníaco, una noche sin fin en la que refulgen los incendios en la lejanía. Frente a las representaciones tradicionales del gótico, en el que se hierve o debora a los condenados, aquí se castigan los pecados capitales y los distintos vicios con tormentos derivados de ese mismo pecado: el condenado que defeca monedas bajo el diablo con cabeza de buho hace referencia a la avaricia; el hombre que besa a un cerdo, a la lujuria; a unos personajes desnudos sentados a una mesa se les sirven animales inmundos, en clara referencia a la gula; y una mujer obligada a ver su reflejo en las nalgas de un demonio está purgando su soberbia… Hay multitud de escenas que hacen referencia estos pecados, y también a distintos vicios como el juego.
Llama mucho la atención que, en este infierno, la música y los instrumentos musicales parecen tener un papel importante a la hora de torturar a los pecadores. El Bosco ataca de manera especial la sensualidad y los pecados producidos por la música profana y el baile. Para él, todo lo que supusiese movimientos desenfrenados debía de tener un matiz diabólico. Como las otras dos partes, esta también está llena de detalles que hay que ir descubriendo poco a poco. Si el primer panel significaba el principio, aquí tenemos el fin.

El Bosco hace su crítica moral en este cuadro desde la sátira y la caricatura. Cubre el pesimismo general de la temática con un ligero velo humorístico. Al mismo tiempo, el vivo cromatismo y los elementos fantásticos representados envuelven las tres tablas en una atmósfera onírica. Aunque la apariencia general es caótica, con decenas de escenas sin orden aparente, en realidad, todas giran en torno a grandes estructuras. El Bosco utiliza un punto de vista muy alto, con lo que el horizonte queda muy lejano y se ve mucho paisaje. Esta perspectiva permite presentar las escenas en distintos planos. Se hace hincapié en el movimiento de los personajes y en una representación realista de los mismos. Y destaca, ante todo, la minuciosidad en los detalles, típica de los pintores flamencos de su generación. Hasta el punto de que, en las imágenes en alta resolución se pueden observar minúsculos detalles que no se aprecian a simple vista.
¿Quieres saber más? Aquí te dejo mis fuentes
- GOMBRICH, E. H.: La historia del arte, Phaidon Press Limite, 2008 (16 ed.)
- SIERRA, Javier: La guía secreta del Prado, Planeta, Barcelona, 2013
- VV.AA.: 1000 Pinturas de los grandes maestros, Edimat, 2007
- El jardín de las delicias en el Museo del Prado
- Página web del proyecto «transmedia» de Pieter van Huystee Film
- Artículo de la wikipedia sobre El jardín de las delicias.

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Uno podría estar horas contemplando este cuadro. Puedes viajar sin la necesidad de desplazarte.
Pero hay varios cuadros que no son iguales me refiero al jardin de las delicias eso porque?
No sé si te refieres a que se trata de un conjunto de tres cuadros, es un tríptico, o a que, cerrada la tabla, también hay pintada otro cuadro distinto.
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