Licántropos 1: Los berseker

Hombres-perro, hombres-oso, hombres-lobo… Hombres que recordaban por su aspecto más a un animal que a un ser humano. Algunos guerreros de las de las tierras del norte de Europa vestían pieles de perro, lobo u oso y atacaban a sus enemigos en estado de trance, demostrando en la batalla una furia y una fuerza sobrehumana. Eran pocos individuos que se movían en grupo infundiendo miedo e inquietud en los adversarios. Los celtas ya los conocían; proliferaron entre los germanos, especialmente entre los escandinavos.


Cuando se provocaban el frenesí, estos guerreros se rasgaban la ropa, aullaban y resoplaban, retornando a un primitivo estado animal en el que llegaban a morder sus escudos y a echar espuma por la boca. Sólo existía un velo de sangre ante sus ojos; podían luchar sin parar, a pesar de las heridas, hasta caer exahustos.
Es posible que estos guerreros se autosugestionasen en lo que podía ser un ritual de transfondo chamánico. Según la tradición, su estado era la consecuencia de la unión de sus almas con Odín. La unión con el dios se evidencia por el uso de pieles, que simbolizan la transformación de estos soldados en animales: los lobos, perros y osos eran las bestias sagradas de Odín. También se especula en la actualidad que podían ingerir hongos o hierbas tóxicas antes de la batalla, lo que los llevaría a ese estado.
Tenemos noticia de estos hombres bestia desde finales del siglo I d.c. y los testimonios aumentan con el paso del tiempo. Los longobardos alardeaban de tener en su ejército soldados vestidos con máscara de perro que bebían la sangre de sus enemigos.
Entre los vikingos había una tradición similar: guerreros cubiertos con pieles de animales que incluso con las más terribles heridas arremetían con renovado vigor. A los que se envolvían con piel de oso se les denominaba berserkir, de bjorn (oso) y serkr (envoltura). Aquellos que empleaban una piel de lobo eran llamados ulfhednar (con cabeza de lobo.) Se pensaba que no se les podía herir y por eso eran empleados en primera línea. Eran tan temidos y cotizados para la batalla, que los reyes vikingos los tenían a sus órdenes como guardia personal. Incluso el emperador bizantino les tenía a su servicio como escolta.
Con el tiempo, estos personajes fueron marginados por la sociedad por considerárseles locos, y se convirtieron en blanco de supersticiones campesinas. Las leyendas hablaban de hombres robustos y sombríos que, al caer la noche, y en especial durante la luna llena, mudaban de apariencia y adoptaban formas animales. Se comenzó a hablar de hombes lobo y esto provocó que se les temiese todavía más y que se les recluyera, con la llegada del cristianismo, por considerárseles poseídos por el demonio.

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