Siento que me seco. Me seco como esa planta que inundaron de agua, podrida por un cuidado excesivo; un irónico mal cuidado. Mis pies, clavados en el tiesto, ya no logro dominarlos. No me responden, echan raíces. ¡No! ¡Todavía no! , todavía sois míos, hacedme caso, tomad ejemplo de las manos. Las manos aún no han claudicado como la boca. Y todavía los gestos disputan con todo aquello que la palabra no se atreve a cuestionar. ¡Luchad!¡Luchad!…¡Luchemos!