Nos has dejado hoy, primero de abril. Y yo te debo mucho. A tu Alfanhuí, para qué engañarnos. Aunque fue el realismo más puro de El Jarma el que te llevó a la cúspide de la literatura, fueron esas «industrias y andanzas» del pequeño alquimista de los colores las que me enamoraron. Ensayista, ante todo, me da igual que renegases de tu obra de ficción. Al final, hasta tú mismo reconociste que solo salvabas Alfanhuí.
Te adelantaste a tu tiempo con ese realismo mágico totalmente hispánico; fuiste pionero con esa fantasía poética que no fue valorada en su tiempo. Porque de eso apenas había en España, no se entendía. Pero yo considero ya Industrias y andanzas de Alfanhuí parte de mi linaje creativo, y ese «Alcaraván» acompaña ahora siempre mi nombre.
En fin, gracias por tanto, estés donde estés ahora: por ese niño que inventó su propio alfabeto; por el maestro disecador y sus historias maravillosas a la luz del fuego mágico; por el gigante tuerto del bosque rojo; por la vieja criada disecada que sonreía de vez en cuando; por el canalla don Zana, el marioneta; por el venerable buey Caronglo… Y, por supuesto, por el gallo de la veleta que bajó un día a cazar lagartos, los ladrones del desván, la flauta que hacía música con los silencios, el jardín del sol y el jardín de la luna, los lagartos y su vergüenza amarilla y por el potrillo multicolor y la yegua de cristal. Ellos se me quedan, para siempre, en la memoria y en el corazón.
La fotografía de Rafael Sánchez Ferlosio utilizada para el montaje es de Notgzus y la he tomado de la wikipedia.