Ya se va terminando el año. Para mí esta parte del invierno, la que preludia los festejos y luego es testigo de las reuniones familiares, de las luces y alegrías infantiles, es la época que más me gusta del año. Luego el invierno ser vuelve árido y agreste, como ese lobo blanco que Machado escribía en su poema. Pero conforme se acerca el fin de año, este tiempo se va convirtiendo también en el más oportuno para las reflexiones, para hacer balance de estos doce meses y valorar cómo ha ido nuestra vida, en si realmente somos felices…
Por eso he decidido aprovechar la ocasión y comenzar a publicar una serie de sentencias o breves textos en los que medito sobre diversos aspectos de la vida, de la existencia, de nuestras relaciones con los demás o con nosotros mismos, o con la muerte. Estos pequeños escritos los fui redactando a lo largo del año pasado, conforme se iba acercando la fecha de mi trigésimo cumpleaños (sí, también es en Diciembre y eso influye en mi predilección por este mes). Era un momento de ruptura con una década y yo, que soy tan impresionable con estos asuntos y tengo una vena existencialista tan desarrollada, le comencé a dar vueltas a la cabeza. Estas Treinta meditaciones son el fruto de ello.