Quien viaja a Cancún y sale la zona hotelera, tiene la posibilidad de descubrir el parque Kabah, una zona natural protegida en la que se ha cuidado de mantener la selva en su estado virgen en la mayor parte de sus 41 hectáreas. En su interior, uno puede descubrir la amplia variedad de la flora autóctona. Si se anda en silencio y con cuidado, se puede avistar gran cantidad de fauna, o quizá te veas perseguido por algún coatí territorial.
En su interior, se puede vistar el Museo Casa Maya y una parcela maya tradicional, con su cabaña. Y, si uno se adentra un poco en la selva, puede encontrarse, también, con un campamento chiclero.
Los mayas extraían el chicle de la savia del árbol chicozapote, muy abundante en su entorno. Montaban los campamentos chicleros cuando se internaban en la selva para recolectar esta savia. Trepaban a los árboles, hacían incisiones en la corteza y dejaban que la savia fluyera hasta unos recipientes colocados en la base. En el campamento, los hombres descansaban después de la dura jornada, y también cuajaban el extracto. Después de un proceso de secado, el resultado era una goma masticable muy útil para la higiene de los dientes y la boca, que también servía para soportar mejor el hambre; el antecesor de los chicles actuales.
Si te ha interesado el tema, a continuación dejo un par de enlaces para saber más:
- El Chicle: La odisea de un orgulloso legado Maya, por Ernesto Vargas.
- Campamentos chicleros; lugares tétricos e inhóspitos que eran un peligro latente para los chicleros, por Manuel Cen Balam
Las fotografías empleadas en este artículo son propias.