Los seres legendarios conocidos como barometz pueden recordarnos a las bernachas, de las que ya habíamos hablado. Al igual que en aquellas, estos son seres híbridos en los que se combinan las naturalezas animal y vegetal. Brotan del suelo y crecen como las plantas, pero tienen forma, carne y sangre de animal. Precisamente por su forma, semejante a la de un borrego, al barmetz también se le conoce como cordero vegetal, cordero escita o cordero tártaro, según el lugar. A partir de aquí, es más difícil establecer una descripción concreta, ya que nos han llegado dos variantes.
La primera noticia sobre ellos nos la dio el misionero franciscano Odoric de Pordenone en la Edad Media. El fraile afirma en sus escritos que los barometz son oriundos de Asia central, que se encuentran en los montes Crispados o Caspios, más allá de la tierra de Escitia, en un reino llamado Cadili o Caloy. Allí crecen unas matas que dan melones de gran tamaño. Cuando maduran, los habitantes de ese país los cosechan y los abren, y extraen de su interior un animalito de carne y hueso muy parecido a un cordero. Ambos, fruto y «cordero», les sirve de alimento. Mandeville refiere algo parecido en su Libro de las maravillas del mundo, salvo que en su caso los frutos son más parecidos a grandes calabazas.
La otra variante sobre los barometz es algo más tardía, del siglo XVI. El barón de Herbertstein, embajador alemán en Moscovia, cuenta que le hablaron de estos seres personas dignas de crédito y que ellas las localizaban cerca del Volga y el mar Caspio. Según esta versión, el barometz no sale del interior del fruto sino que brota directamente de una semilla plantada en la tierra. El ser que surge es semejante a un cordero recién nacido, y está cubierto de una lana muy blanca y suave. Del vientre le sale un tallo flexible que parece una especie de cordón umbilical enraizado en el suelo. Es por eso que que los barometz no se mueven de allá de donde brotan, tan solo hasta donde les permite ese tallo. Así que se alimentan de la hierba que crece alrededor de ellos. Y cuando esta se agota, se secan por falta de alimento y mueren
Los habitantes de aquellas tierras aprecian mucho a los barometz por su lana, que la emplean, sobre todo, para hacer gorros. A veces les sirve de alimento, aunque no están hechos de carne, sino de una especie de pulpa muy dulce. Por eso los únicos depredadores que se interesan por ellos son los lobos, y seguramente se debe a su semejanza con los borregos de verdad. De ahí el otro uso que le dan los nativos, como cebos para cazar lobos.
Para sabe más:
BESTIARIO MEDIEVAL, Ed. de Ignacio Malaxecheverría, Ediciones Siruela, Madrid, 1999
BORGES, J. L.: El libro de los seres imaginarios, Destino, Barcelona, 2007